Érika De Souza, eterna
Las marcas en su cuerpo reflejan un largo camino recorrido. Los tatuajes que ilustran la piel de Érika De Souza nos guían por el universo personal y profesional de una leyenda del básquetbol brasileño.
Las marcas en su cuerpo reflejan un largo camino recorrido. Los tatuajes que ilustran la piel de Érika De Souza nos guían por el universo personal y profesional de una leyenda del básquetbol brasileño. En su muñeca izquierda aparece escrito Genair. Dona Genair, abuela materna de Érika, es la persona más importante para la pivote de Brasil: “Mi abuela es todo para mí. Después de que perdí a mi madre, decidí seguir jugando y viviendo fuera de mi país por mi abuela. Todo lo hago por ella, que ya tiene 88 años, porque gracias a ella y a mi madre llegué adonde estoy. En su cumpleaños de hace siete años me hice el tatuaje que lleva el nombre de mi abuela. Ese es el más importante de todos los que me hice porque al vivir lejos de ella, su nombre en mi piel me hace sentirla más cerca. Vivió conmigo en Valencia cuatro meses y siempre que puedo y ella tiene ganas de viajar, me acompaña”. El número de tatuajes que decoran el cuerpo de Érika es desconocido hasta por la protagonista de esta historia: “Ya perdí la cuenta, pero tengo muchos porque me encanta. Algunos significan mucho para mí, como el que representa a mis ahijados, los nombres de mis hermanos, mi perro que ha muerto, mi ciudad, los lugares más importantes donde jugué como Atlanta y Salamanca”.
El Pre-Clasificatorio Olímpico de Bahía Blanca es uno de los peldaños de la escalera que Érika intenta subir para llegar a lo más alto del mundo, sus cuartos Juegos Olímpicos. La pivote estuvo presente en Atenas 2004, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. Tokio 2020 es el último gran objetivo: “Significaría cerrar el ciclo de mi carrera en la selección de la mejor manera. Después de los Juegos Olímpicos tengo ganas de dejar de jugar para tener hijos. Me casé hace tres años y quiero ampliar mi familia. Más allá de que mi marido me entiende, me acompaña y no me presiona, a los 37 años ya deseo ser madre, ¡y quiero tener dos!”. Más allá de la extensa trayectoria, De Souza disfruta de cada convocatoria a su equipo nacional: “Hace 21 años que juego con la selección y me encanta estar con mis compañeras, en este ambiente, rodeada de jóvenes que me transmiten su energía. Cuando yo llegué al seleccionado compartí equipo con Adriana, con Paula y con Janeth, todas campeonas del mundo en 1994. Pude estar con ellas en Mundiales y Juegos Olímpicos. Me ayudaron muchísimo cuando yo era muy joven y ahora intento hacer lo mismo siendo yo la experimentada. Solo me faltó ser compañera de Hortencia”.
En la carrera de Érika sobresalen las 12 temporadas que jugó en la WNBA. En 2017, en lo que fue su última campaña en Estados Unidos, fue elegida como una de las mejores 60 jugadoras de la historia de la competencia. Para la interna, haber participado durante tanto tiempo de la liga más importante del mundo es un gran orgullo: “Significó mucho. He aprendido de jugadoras que veía por televisión y me inspiraban como es el caso de Lisa Leslie, con quien pude compartir equipo en Los Angeles Sparks. Mi llegada a la WNBA en su momento también les abrió las puertas a otras jugadoras brasileñas como Nadia Colhado, Clarissa Dos Santos y Dantas Damiris, que sigue jugando ahí. Agradezco mucho la oportunidad de haber podido formar parte de esa competencia”.
De Souza también es parte importante de la historia de la Euroliga, con diez temporadas sobre su espalda: “Me ayudó muchísimo, porque en Europa se juega un baloncesto diferente al de Brasil y Estados Unidos. Ahí también coincidí con excelentes jugadoras como Amaya Valdemoro, Elisa Aguilar, Anna Montañana y Elena Tornikidou, una rusa muy buena que a los 42 años seguía jugando a gran nivel. Me encanta jugar en España porque eso me posibilita traer ese estilo de juego para Brasil”.
Al momento de elegir referentes en el básquetbol, Érika se queda con un terceto: “Alessandra dos Santos, compañera tanto en la selección como en clubes. Lisa Leslie, con quien pude ganar un anillo de WNBA, algo muy especial para mí porque con apenas 19 años ya pude disfrutar y jugar con las mejores del mundo. En mi posición, de pivote, Dennis Rodman. Creo que por él me hice tantos tatuajes. De Rodman también tengo el carácter dentro de la cancha, ya que me olvido del mundo y me concentro en el partido y también la cantidad de rebotes que tomo”.
Érika es una leyenda y una voz con pergaminos para analizar la actualidad del baloncesto femenino brasileño: “Algunos años atrás era muy, muy bueno. Había jugadoras de todo el mundo en nuestra liga. Ahora ya no es tan bueno como en las mejores épocas, pero creo que de a poco está empezando a recuperar su nivel. Los éxitos de la selección, como haber ganado los Juegos Panamericanos y el bronce en la AmeriCup. Es muy importante recuperar nuestro mejor baloncesto porque atraerá patrocinadores y también público. También, poder repatriar a algunas jugadoras que están fuera del país para que puedan jugar la liga servirá como espejo para las más jóvenes”.
Las dificultades que encuentran las mujeres en el básquetbol de Brasil van por el mismo sendero que el de todos los deportes femeninos. Así lo analiza De Souza: “En Brasil y en todo el mundo el deporte femenino es un poco triste comparándolo con el masculino, en donde los jugadores ganan mucho dinero, que tiene patrocinio y más visibilidad. Nosotras merecemos el mismo reconocimiento porque también hacemos el esfuerzo de dejar a nuestras familias por mucho tiempo. Lo único que no hacemos es machacar el cesto, pero jugamos igual o algunas incluso mejor que los varones, entonces deberíamos tener las mismas condiciones. Tenemos que seguir trabajando y luchando para que dentro de algunos años la situación cambie y las mujeres ganen igual o mayor dinero que los hombres”.
Érika ya habrá dejado la actividad, pero ansía poder ver el momento en el que la igualdad de género se transforme en una realidad. Mientras tanto, sigue agigantando su leyenda. Es eterna.
Pablo Cormick
FIBA