Walter Herrmann, el gladiador que le da batalla al tiempo
Toma la pelota con una sola mano, esa mano gigante, va haciendo dibujos imaginarios en el aire mientras da los dos pasos rumbo al aro y lanza. Si un día decidiera cortarse esa cabellera larga y rubia, camb
Toma la pelota con una sola mano, esa mano gigante, va haciendo dibujos imaginarios en el aire mientras da los dos pasos rumbo al aro y lanza. Si un día decidiera cortarse esa cabellera larga y rubia, cambiarse el color de pelo o incluso llenarse la piel de tatuajes, todos lo reconocerían al instante al ver esos característicos viajes hacia el canasto. Es, por supuesto, Walter Herrmann, quien a los 39 años disfruta de su tercer ciclo como basquetbolista profesional: “Antes hacía acciones espectaculares con más frecuencia pero aunque haya pasado el tiempo sigo siendo el mismo de siempre. Estoy muy bien. Indudablemente cumplo otra función, otro rol al que estuve acostumbrado en mi carrera. Entro como recambio, ayudo en lo que haga falta y estoy contento. Cuando entrenás o jugás un partido sentís siempre lo mismo, tengas la edad que tengas”.
Herrmann aceptó el llamado de Atenas luego de estar una temporada inactivo tras su paso por Obras Basket en la 2016/2017. Ese fue su segundo período en el que dejó la actividad profesional. “Cuando terminó esa liga me tomé un descanso pero a los 6 meses ya tenía ganas de volver a jugar. No pude conseguir equipo para ese torneo pero sentía que me faltaba algo y estaba decidido a seguir. Pensé en jugar la liga local de Venado Tuerto, como había hecho cuando volví de estar tres años retirado entre 2010 y 2013, pero entre jugar ahí e intentar regresar a la Liga Nacional, opté por hacer un último esfuerzo. Mis amigos me alentaron a jugar a mayor nivel que con ellos y mi mujer también me empujó”. La presencia en Atenas del entrenador Nicolás Casalánguida, quien lo había dirigido en su último equipo, fue un factor importante para la decisión de Herrmann. “Ya nos conocíamos, conversamos y todo estuvo claro desde un comienzo. Hago lo que el equipo necesite, juego de alero o de interno, trabajo más en defensa, peleo más en los rebotes y vivo situaciones que no estaba acostumbrado ya que siempre había tenido mucho protagonismo ofensivo”, explica el veterano alero.
Con la llegada de Maximiliano Stanic al equipo, Herrmann dejó de ser el más veterano ya que el base tiene un año más que el alero. “Antes el hashtag era #vamoslospibesyWalter pero ahora es #vamoslospibesyMaxi. Yo pasé al grupo de los jóvenes”, bromea el ex NBA. En el plantel hay 5 jugadores menores de 23 con quienes Walter mantiene un vínculo de igual a igual, a pesar de la diferencia de edad: “Cuando vos sos jugador sos como un chico porque esto se trata de un juego, entonces la relación con mis compañeros no está marcada por la edad. La experiencia te hace ver algunas cosas del juego que cuando sos joven a veces no ves y desde mi lugar les intento marcar algunos detalles pero sin abrumarlos porque deben ir aprendiendo con el tiempo. Por lo contrario, ellos tienen la energía que a los veteranos ya nos falta un poco”. Leonardo Lema, el joven compañero de habitación de Walter en la ciudad de San Pablo, donde Atenas volvió tras 10 años a la Liga de las Américas, se ríe cuando Herrmann remarca que lo más importante de su trayectoria de máximo nivel fue el entrenamiento. “Me dice que es todo genético pero yo le digo siempre que lo que me llevó adonde llegué es el entrenamiento. Es la base de todo. Hay que ser constante, perseverante. No recuerdo haber tenido vacaciones durante muchos años de mi carrera porque era jugar la liga, después estar en el seleccionado argentino y así todo el tiempo. Después, llegar a Europa a un equipo chico como Fuenlabrada, luego a otro más grande como Unicaja Málaga y ahí querer llegar a la NBA. Para cumplir todos esos objetivos, que son los que te motivan y te hacen crecer, no queda otra que entrenarse”.
Esa rigurosidad en el trabajo que llevó a Herrmann a cumplir cada deseo fue la que lo metió en el seleccionado argentino en su etapa más gloriosa.
“Todos mis recuerdos de la Selección son hermosos. Cada citación para mí era un premio enorme. Además, siempre teníamos un equipazo y hemos ganado mucho. Cada vez que veo la medalla de oro de Atenas 2004 pienso que es increíble que hayamos ganado un Juego Olímpico, sobre todo porque cuando era chico era impensado ganarles a potencias mundiales como Estados Unidos. Calculo que con los años uno empieza a valorar más esas conquistas pero hoy todavía lo tomo como el premio más importante sin, tal vez, darle el valor que realmente tiene”, analiza el alero. De hecho, él fue un protagonista inesperado en el camino a la conquista de la medalla dorada. Fue uno de los últimos convocados a ese equipo y tenía poca participación, hasta que llegaron los cuartos de final frente a Grecia, partido en el que tuvo un ingreso determinante que provocó la reacción de Argentina: “Recuerdo un par de acciones importantes, sé que cambié un poco la dinámica pero tampoco metí 40 puntos. De todos modos, nunca volví a ver un partido completo de aquellos Juegos Olímpicos ni de ninguna competencia. Para mí, una vez que pasaron ya está, quedan ahí”. En semifinales contra Estados Unidos volvería a brillar. Miraría la final ante Italia desde el banco de suplentes para luego subirse al escalón más alto del podio. Su última participación en el seleccionado argentino fue diez años después, en la Copa del Mundo de España 2014. Allí terminó su ciclo, aunque él no haya puesto el punto final: “Yo no le cierro las puertas a nada. Así como no sé cuándo dejaré de jugar, tampoco nunca anuncié que no jugaría más en la Selección. Igualmente, está claro que ahora hay muchos jóvenes que formaron parte del recambio y está bien que sea así”.
Dentro de la excepcional carrera de Herrmann, el pico máximo no estaba ni en sus sueños de niño: la NBA. El argentino disputó tres temporadas entre Charlotte Bobcats y Detroit Pistons. “La pasé súper bien. Cuando estaba en Argentina parecía inalcanzable pero cuando ya era protagonista en Europa, que estaba lleno de ojeadores, lo veía como algo posible. El primer año en Charlotte comencé jugando muy poco y terminé como titular y con muchos minutos. A la temporada siguiente cambió el entrenador y perdí espacio. Luego me traspasaron a Detroit, donde jugué con unos animales y perdimos la final de Conferencia con Boston, que fue campeón. Y en la última temporada llegó Iverson al equipo, él jugaba muchos minutos y la rotación se hizo más corta. Me hubiera gustado jugar más pero fueron tres años increíbles”, recuerda Walter.
Claro que no todo en la vida de Herrmann pasa por el básquetbol. Los períodos en los que decidió dejar de jugar le sirvieron para abrirse nuevos caminos. En el primero puso un negocio de suplementación nutricional mientras que en el segundo encontró otro rumbo, casi por casualidad: “Mientras estuve este período sin jugar, incursioné en las charlas motivacionales contando mi experiencia de vida. Comencé a partir de que fui a ver una del boxeador Sergio Maravilla Martínez y como llegué temprano nos presentaron. Él me propuso que me iba a llamar al escenario para compartir unos minutos en los que me haría preguntas de campeón a campeón para que el público viera a dos deportistas que habían ganado a nivel mundial. Sin embargo, cuando me hizo subir me dio el micrófono y se fue para preparar el monólogo final. Entonces, me puse a hablar con naturalidad. Cuando bajé se acercó el representante de Martínez y me preguntó si me interesaba hacer charlas, le dije que sí y a las dos semanas ya estaba haciéndolo en Rosario. Incluso hicimos algunas juntos con Maravilla. Fue una experiencia muy linda y completamente diferente. El tema es que todavía me picaba el bichito de seguir jugando al básquetbol, que es lo que había hecho toda mi vida”. Para cuando Herrmann ponga el punto final a su carrera ya tiene una puerta abierta en ese ámbito: “Podés ayudar desde un lugar diferente. La gente te ve como inalcanzable y cuando le contás cómo llegaste se da cuenta de que no es imposible”.
Desde que fichó en Atenas, Herrmann vive a 400 kilómetros de su mujer y sus hijos más chicos: “Los disfruto todo lo que puedo. No estamos tanto tiempo juntos porque ellos está viviendo en Venado Tuerto, donde tienen armada su rutina. Les gustaría visitarme en Córdoba pero al mismo tiempo tienen ganas de quedarse con sus amigos y haciendo sus actividades. Cada vez que tengo un día libre viajo a verlos y si no ellos van a Córdoba”. Bárabara, de 9 años, practica patín artístico mientras que Leyton, de 8, es quien comparte deporte con el padre. “Le encanta, le fascina, se divierte. Tiene talento, es muy rápido pero todavía es muy chico para saber si va a querer dedicarse a jugar”, comenta con una enorme sonrisa. Cuando logra trasladarse hacia su ciudad natal, Herrmann no se pierde de ver a sus hijos en acción: “A ellos les gusta que yo los vaya a ver y creo que es importante que los padres y las madres acompañen a sus hijos en el deporte”.
Walter ya tendrá tiempo de compartir más con sus hijos porque el retiro no debe estar muy lejos, aunque no está marcado en el calendario. “No sé cuándo será. Disfruto del día a día. Nunca me planteé un límite de edad para retirarme. Cuando termine la temporada veré si tengo ganas de seguir jugando. Y puedo decir que no y a los 20 días volver a tener ganas”, explica.
Con más o menos protagonismo, con más años y experiencias en su vida, Walter Herrmann mantiene su sello intacto. Ese que lo llevó a jugar en cada lugar donde se lo propuso y a conseguir logros incluso mayores a los que pudo haber soñado.
Pablo Cormick
FIBA