Helinho, en el nombre del padre
Da indicaciones, pero sin gestos ampulosos. Les explica situaciones a sus dirigidos y se permite un intercambio de sonrisas en un diálogo con el lesionado Rafael Hettsheimeir. Tiene la misma sangre, pero,
Da indicaciones, pero sin gestos ampulosos. Les explica situaciones a sus dirigidos y se permite un intercambio de sonrisas en un diálogo con el lesionado Rafael Hettsheimeir. Tiene la misma sangre, pero, sin dudas, Helinho posee un carácter bien distinto al de su padre, el histriónico Hélio Rubens, gloria como jugador y como entrenador del básquetbol brasileño. “Mi papá fue un entrenador muy exigente pero siempre tuvo buena relación con los jugadores. Se ponía nervioso cuando las cosas no salían y lo expresaba en los entrenamientos y en los partidos. Yo soy un poco más tranquilo, pero tengo la misma autenticidad y la misma exigencia”, dice Helinho.
Más allá de las diferencias de personalidad, Hélio Rubens, ganador de tres medallas en Copas del Mundo como jugador del seleccionado de Brasil, marcó el camino en la carrera de su hijo. “Por estar la mayor parte de mis 20 años como jugador en compañía de mi padre tengo una influencia muy grande de él. Aprendí mucho de su manera de trabajar, de su autenticidad, de la seriedad y el compromiso. Siempre les dio mucho valor a los conceptos del juego y todo eso lo tomé para mi manera de trabajar. Su influencia sigue día a día porque continuamos hablando e intercambiando opiniones. Para mí es muy importante tener el respaldo de alguien con tamaña experiencia”, explica el coach de Franca.
A fines de 2018, Helinho consiguió su primer título internacional como entrenador. Ya había ganado el Campeonato Paulista cuando llevó a Franca a la final de la Liga Sudamericana. Con la serie frente a Instituto igualada en 1 triunfo por equipo, Hélio Rubens, que había viajado a Córdoba junto a un grupo de 30 hinchas, prometió que si su hijo se consagraba campeón se afeitaría el bigote que había lucido por años. Franca levantó la copa y Rubens debió cumplir su promesa. “Cuando fuimos a festejar el triunfo al hotel, buscamos una máquina de afeitar y le sacamos el bigote. Nunca en mi vida lo había visto a mi padre con ese aspecto. Fue muy gracioso. Él estaba muy contento de haber podido vivir este título junto a nosotros”, recuerda Helinho.
Esta incipiente y vertiginosa trayectoria de Helinho como entrenador comenzó a madurar en los últimos tres años como basquetbolista. Y la oportunidad de ser el entrenador de Franca llegó muy pronto: “En el final de mi carrera como jugador me puse a pensar en la posibilidad de ser entrenador. Jugué muchos años y conviví mucho tiempo con mi padre como entrenador. Primero estuve un año como mánager del equipo para ir adquiriendo conocimientos”. En ese camino de transición de jugador hacia entrenador contó con la colaboración de dos compatriotas que jugaban en la NBA: Leandrinho Barbosa y Anderson Varejao. Ellos hicieron de nexo para que Helinho tuviera acceso al mejor equipo del mundo: “Fue muy importante para mí poder pasar veinte días con Golden State Warriors. Una experiencia tremenda que me ayudó en la parte táctica y en la estructura con la que hay que contar para que los jugadores puedan desarrollarse en óptimas condiciones. Ahí hablé con Steve Kerr, también con sus asistentes, para conocer toda su organización. Estuve en las prácticas de las mañanas, de las tardes y presencié los juegos. Acompañé todo lo que hacían desde muy cerca”. De aquella convivencia con el planeta NBA, Helinho absorbió cuestiones tácticas e impulsó para que Franca tuviera todo lo necesario para la preparación de un equipo de elite: gimnasio de musculación, pista de atletismo, sala de fisioterapia y seis canchas juntas para poder realizar distintos trabajos. La ampliación de conocimientos de Helinho no se limitó a la NBA: “Hace dos años fui a Buenos Aires por 12 días para observar las prácticas de San Lorenzo e intercambiar información, y el año pasado fui a Barcelona, Badalona y Murcia para acompañar los entrenamientos y hablar con los entrenadores”.
En la segunda participación de Franca en la Liga de las Américas –había sido eliminado en primera fase en 2012-, Helinho logró clasificar a su equipo a la fase de semifinales. Se lo ve distendido y se lo nota orgulloso de cómo sus jugadores le responden en la cancha. “Les pido que defiendan con mucha presión, algo que yo no hacía bien y mi padre me lo exigía. La mejor forma de defender es hacer lo que a tu rival lo incomoda. Pongo mucho énfasis en la intensidad con la que debemos presionar sobre la pelota. Otro factor fundamental es la lectura de juego, entender por dónde debe pasar cada partido, cómo conviene atacar”, explica el coach.
Está claro que el padre es un espejo de entrenador en el que Helinho intenta reflejarse. Pero no es el único. “Me gustan los conceptos de jugar para el otro, con una defensa fuerte y siempre pensando en el trabajo de conjunto que inculca Gregg Popovich. Me encanta ver los partidos de San Antonio Spurs. También disfruto de Golden State Warriors, que es muy fuerte ofensivamente gracias a la solidaridad que hay entre los jugadores. Eso lo consiguió Steve Kerr. Y en Europa admiro mucho a Željko Obradović, que sostiene las mismas ideas”, explica Helinho.
Aunque apenas lleva tres años como coach, Helinho se pone metas altas: “Quiero afianzarme como entrenador y ganar la credibilidad que estoy consiguiendo con el tiempo. Uno de mis objetivos es llegar a dirigir al seleccionado brasileño. Y sueño con poder dirigir en Europa. Para lograr todo eso, debo demostrar en mi país y en el continente cómo es mi manera de trabajar”. Lula Ferreira, ex entrenador de Brasil, fue el antecesor de Helinho en el banco de Franca y ahora como mánager del equipo lo analiza: “Apunta para ser un gran entrenador por muchos motivos. Primero, porque aprendió de su padre, un técnico de mucha categoría. Segundo, porque es una persona muy tranquila, muy serena. Y tercero, porque tiene muy claro lo que desea para su equipo. Lo dirigí en su último año como jugador y planificamos este desarrollo que está teniendo. Todavía tiene mucho por crecer y aprender. Ya en su tercera temporada comenzaron a llegar los títulos, que son los que marcan la carrera de un entrenador. Muchos hacen un buen trabajo, pero si no hay conquistas no hay reconocimiento”.
Así como es evidente que el camino de Helinho tuvo la guía de su padre, él disfruta de compartir la pasión por el deporte con sus hijas Maitê, de 10 años, y Luma, de 9: “Ellas adoran el juego y lo practicamos en casa. Mi mujer y las niñas me dan mucha fuerza y me acompañan en los partidos y a veces en los entrenamientos”, cuenta el coach. El amor por el básquetbol se transmite de generación en generación.
Pablo Cormick
FIBA