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    Ismael Romero: El sueño de regresar a Cuba

    Tarde pero seguro. Así fue la llegada de Ismael Romero a Franca para jugar el grupo E de las semifinales de la Liga de las Américas. Mientras el resto de los Capitanes de Ciudad de México ya había arribado

    Tarde pero seguro. Así fue la llegada de Ismael Romero a Franca para jugar el grupo E de las Semifinales de la Liga de las Américas. Mientras el resto de los Capitanes de Ciudad de México ya había arribado, el cubano llegó el mismo viernes del inicio del cuadrangular. Cuando Romero fue al aeropuerto para viajar con sus compañeros se olvidó la mochila en la que tenía el pasaporte en el auto que lo trasladó. Cuando recuperó sus pertenencias ya era tarde. Por eso se lo vio llegar a Ribeirao Preto un día después en un vuelo low cost en el que apenas lograba meter en el asiento sus 2,03 metros para luego arribar a Franca en automóvil. Justamente, con la referencia de su documentación, el pivote explica por qué en sus redes sociales cambia la letra inicial de su nombre: “En mi documento el nombre aparece con I pero uso la Y porque el nombre de mi papá oficialmente es con Y y yo siempre me he querido parecer a él. Tengo la ilusión de ser como él, entonces uso más la manera de escribir su nombre que la del mío”.

    El padre de Ismael fue fundamental para el inicio deportivo del actual jugador del equipo de la capital mexicana. “Comencé a jugar a partir de que en mi familia paterna eran casi todos jugadores de baloncesto (ahora son dirigentes) y me llevaron a un complejo deportivo para que conociera el juego, me interesó, comencé a jugar torneos municipales y fui escalando hasta que logré ser becado en una de las escuelas deportivas prestigiosas de mi país. La escuela Héctor Ruiz Pérez, en Santa Clara, es una súper escuela de más de 3.000 estudiantes que se especializa en el trabajo atlético todo el año. Teníamos docencia por las mañanas y deporte por las tardes. Cada cubano que está en el más alto nivel deportivo pasó por una escuela de este tipo”, explica Romero. Y allí Ismael comenzó a competir: “Los torneos juveniles son a través de estas escuelas, ya que cada una de las 14 provincias de Cuba tiene una. Se preparan todo el año para ese campeonato tan importante”. Luego, vino la etapa adulta: “En mayores jugué en la Liga Nacional dos años para los Lobos de Villa Clara, equipo que fue campeón en la última edición”, cuenta Ismael.

    Gracias a su progreso llegó el momento de recibir la convocatoria para el equipo nacional. Para Romero era alcanzar algo que había deseado desde niño. Pero, así como llegó, se fue.

    La noche del 19 de junio de 2012 Ismael Romero y cuatro compañeros del seleccionado de Cuba decidieron abandonar el hotel Verdanza en Isla Verde, Puerto Rico. Un día antes, Cuba había perdido 80-68 contra Bahamas en el inicio del Centrobasket. Esa decisión cambió la vida de los 5 basquetbolistas, quienes iniciaron cada uno un recorrido diferente en busca de objetivos personales. La relación de Romero con la selección cubana había comenzado dos años antes. “En 2010 estuve por primera vez en la preselección. Me dieron la oportunidad con 18 años. Estaba luchando por el sueño de ser parte del seleccionado de Cuba para competir internacionalmente. No pude quedar en el equipo ese año ni el siguiente, pero me entrené fuerte y finalmente en 2012 pude formar parte y representar a mi país en el Centrobasket de Puerto Rico. Fue una gran experiencia, un nuevo amanecer”, dice Ismael. Pero su trayectoria fue tan solo de 1 partido. En aquella derrota ante Bahamas, el pivote registró 6 puntos, 5 rebotes y 2 asistencias en 20 minutos de juego. Con la deserción se terminó el sueño de una noche de verano. “Una vez que yo había alcanzado el nivel que tenía, consideraba que necesitaba ser jugador profesional y tomé esa decisión. Quería darme a conocer a nivel mundial, que era otra de mis metas. Estoy muy agradecido con la oportunidad que me dieron de jugar en la selección cubana, pero para cumplir mi objetivo de jugar profesionalmente debía dejar el equipo”, cuenta Romero.

    Si bien los jugadores que desertaron fueron cinco, Romero asegura que la de él fue una acción individual: “Fue una determinación que tomé solo. Salí del hotel y a partir de ahí me ayudaron personas que conocen la historia de los cubanos que toman estas decisiones. Me vincularon rápido con universidades y con programas deportivos en Puerto Rico para comenzar a transitar el camino que deseaba”. Luego de una semana inicial complicada, en la que compartió una habitación con sus compañeros Yudniel Pérez, Leonel Batista, Enrique Ramos y Juan Pablo Piñeiro, la situación comenzó a mejorar de a poco. Sin embargo, el deseo de ser jugador profesional debió esperar, ya que para hacerlo como nativo en Puerto Rico debía tener al menos tres años de residencia en el país. “Fueron tres años de espera, en los que estudié y me preparé. Tuve una gran experiencia a nivel colegial, en la que gané un campeonato con la Universidad de Turao y con la que me di a conocer en Puerto Rico. Luego, tras un paso por la G-League, me llegó la chance de un contrato con los Atléticos de San Germán”.

    La legislación cubana indica que alguien que viaja para representar a su país con los gastos pagos por el estado y abandona la delegación, es sancionado con 8 años de prohibición de regresar al país. Romero, que conocía perfectamente esa situación, se privó así de poder compartir los primeros años de vida de su hija. “Dania Daniela tiene 8 años. Tengo comunicación constante con ella, porque está muy pendiente de los resultados de su papá. Es una chica súper alta, le gusta el voleibol y bailar. Es una chica muy alegre, muy encantadora. Dejé de verla personalmente cuando ella tenía un año y medio, apenas empezaba a caminar. Fue un momento muy difícil en mi vida por separarme de un ser tan querido. A lo largo de estos años le fui explicando las razones por las que estoy lejos y qué hago como profesional. Trato de ayudarla, no solo en lo económico, si no que a través de consejos y cariño a la distancia. Poder tener el contacto y la unión durante todo este tiempo es un orgullo. Mis familiares han sido muy importantes para que yo pueda mantener este vínculo”. La prohibición de ingresar a Cuba termina para Ismael Romero el 16 de junio de 2020. El pivote ya lo tiene marcado en el calendario con un plan específico: “Lo primero que haré ese día es comprar un boleto de avión y regresar a Cuba. Eso lo tengo bien claro”.

    En 2015, tres años después de la deserción de Romero y sus cuatro compañeros, algunas situaciones legales cambiaron en Cuba. Los basquetbolistas pudieron salir a jugar profesionalmente al exterior con el permiso correspondiente y aportando una parte de su salario al estado cubano. Los casos de Javier Justiz, hoy en Zaragoza de España, y Jasiel Rivero, en Boca Jrs. de Argentina, son los más representativos. Los dos siguen jugando en el seleccionado cubano y son sus figuras más importantes. Romero, reflexiona sobre esa circunstancia: “De existir la reglamentación actual, la situación habría sido totalmente distinta. Eso es algo que se percibe a simple vista. Pero las cosas ocurrieron en aquel momento y debo ser agradecido porque todo salió bien”. Mientras espera el momento del ansiado retorno, Romero se enfoca en su carrera: “Antes de que pueda regresar a Cuba debo aprovechar para seguir creciendo en mi juego y disfrutando de esta etapa, para de ese modo volver siendo el orgullo de mi hija y de toda mi familia”.

    Romero, que cumplió muchas de las metas que se propuso en su vida, tiene otro sueño que parece muy difícil. Como desertor del seleccionado, aunque podrá volver a su país, no puede volver a representar a Cuba. “Me gustaría tener la posibilidad de volver a jugar para el seleccionado de Cuba. Representar nuevamente a mi país es otra de mis metas, sería sumamente bonito. De hecho, mientras vivía en Puerto Rico pude haber optado de jugar para ellos pero nunca quise meterme en ese proceso. Puerto Rico es mi segunda casa, soy muy querido allí, pero siempre pensé que si Cuba cambia me gustaría poder volver a vestir la camiseta de mi país. Soy cubano, esa es mi sangre, no dudaría en jugar nuevamente”, se ilusiona Romero. Si no se modifica la legislación, ese deseo de Romero quedará en la nada. “Yo amo a Cuba. No tengo ninguna situación en contra de mi país, ni con el gobierno ni con el sistema. Viví 20 años allí. Si bien no fueron mis mejores años económicamente, pero fui feliz, tenía a mi familia y vivía en una armonía que no conseguí en otros lugares”. Al recordar su vida en Cuba, a Ismael le brillan los ojos y le brota una sonrisa: “Extraño esa libertad, ese compartir con los amigos y las personas del barrio, salir sin camisa y sentarme en la esquina a hablar de la vida. También extraño las playas, caminar por el malecón habanero, que los cubanos nos sentimos contentos de andar por ahí”.

    Capitanes de México viajó a Franca con la intención de conseguir la clasificación al Final4 pero con la certeza de que tendría una tarea muy complicada. Tras perder ante Paulistano, venció al local en un duelo clave y selló su boleto para la definición del torneo continental. Romero se mostró feliz por este logro y por poder disputar un torneo que antes miraba por televisión: “Siempre había visto la Liga de las Américas y quería jugarla. Tenía ídolos que disputaban este torneo y ahora que lo estoy jugando pude mostrarme y que conozcan cómo juego”.

    Romero sueña con el día en que pueda regresar a Cuba. Y ahora, también, con ser campeón de la Liga de las Américas.

    Pablo Cormick
    FIBA

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