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    Santiago Moglia, con el básquetbol en la sangre

    MONTEVIDEO (Uruguay) - El alero de Nacional de Montevideo, hijo y nieto de dos históricos jugadores del seleccionado uruguayo, continúa con la tradición familiar.

    MONTEVIDEO (Uruguay) - En Uruguay, Moglia es sinónimo de básquetbol. Santiago nació el 17 de noviembre de 1989 en Barcelona, España. Su padre Osky jugaba allí, en Grupo IFA. Su abuelo Oscar, la máxima estrella de la historia del básquetbol uruguayo, había fallecido apenas 40 días antes. La pelota como elemento y la cancha como escenario, formaron parte de la vida de Santiago desde siempre. El básquetbol era y es parte del ADN de los Moglia. La transmisión de generación en generación no fue tanto por la palabra sino por la sangre.

    "Desde que me acuerdo estoy adentro de una cancha de básquetbol, ya sea por ir a partidos de mi padre cuando era muy chico y después porque me gustó. Lo empecé a practicar a los cuatro años y es una pasión que se arrastra desde mi abuelo y mi padre", dice Santiago, alero de Nacional de Montevideo.

    Santiago comenzó a jugar en Welcome, el mismo club donde brilló Oscar entre 1950 y 1972. Oscar Moglia es el único jugador uruguayo que forma parte del Salón de la Fama de la FIBA. Y tiene sus méritos: máximo anotador del Mundial de 1954 (18,7 puntos por partido) y de los Juegos Olímpicos de 1956 (26 puntos de promedio) en los que Uruguay consiguió la medalla de bronce.

     

    "Era un fenómeno, un goleador empedernido, un fuera de serie, un monstruo", recuerda el periodista uruguayo Carlos Muñoz.

    "Siempre que me encuentro con alguien que vio jugar a mi abuelo, me comenta lo bueno que era. Es impresionante que hasta el día de hoy se sigan acordando de cómo jugaba. Debe haber sido un fenómeno porque si voy por la calle, al supermercado o a cualquier cancha de básquetbol, alguna persona que me agarra y me cuenta una anécdota con él o me habla de un partido que vio y se acuerda. Estoy muy orgulloso de todo lo que hizo en su carrera", dice Santiago. Y agrega: "Es un reconocimiento gigante que lo hayan incluido entre los mejores jugadores de la historia, así que con toda la familia estamos muy agradecidos y contentos".

    Osky, que vistió la camiseta del seleccionado uruguayo en las décadas de 1980 y 1990 -fue campeón del Sudamericano en 1995 y 1997-, tampoco vio jugar a su padre, pero aporta detalles: "Lo alaban tanto que pierdo la noción de lo grande que fue. Tanto en Uruguay como en cada país al que fui, exjugadores o fanáticos que llegaron a disfrutarlo recuerdan sus virtudes. Tenía talento, un carácter fuerte, era ganador y se entrenaba muchísimo".

    Santiago, en cambio, sí tuvo la oportunidad de disfrutar de las cualidades de su padre como basquetbolista: "Era un tirador de tres puntos asesino, sabía qué hacer con la pelota y la pasaba muy bien".

    Osky aporta el análisis de cómo se desempeña su hijo: "Santiago entiende el basquetbol, es inteligente y sabe jugar en equipo. Es muy profesional, se cuida y se entrena como corresponde. Tiene los genes de basquetbolista y ha puesto mucho sacrificio para llevar adelante su carrera".

    El legado familiar de representar a Uruguay con el seleccionado llegó a la tercera generación en los Juegos Panamericanos de 2019. En Lima, Santiago debutó con la Celeste ante Argentina. "Fue una alegría enorme, algo que esperé durante mucho tiempo y cuando se me dio lo disfruté mucho. Jugar en la selección es una responsabilidad y también es lo máximo a lo que puede aspirar un jugador", dice Santiago. Y recuerda aquel primer partido: "Estaba bastante ansioso, pero pude disfrutarlo, sentí orgullo por ese logro personal. Competimos bien durante todo el torneo, fue una linda experiencia".

    Si bien Santiago no fue parte de las últimas convocatorias, él se siente parte del seleccionado: "En los partidos clasificatorios para el Mundial se vio un muy buen nivel. Se está formando un equipo joven con muchas ganas, con mucha intensidad física. Se está haciendo un gran trabajo y a mí me toca, por el momento, apoyar desde afuera".

    La presencia de Rubén Magnano como entrenador de Uruguay es un valor fundamental para Moglia: "Es un técnico muy importante para nuestro país y para todo el continente. Trabaja mucho, le gusta hacer entrenamientos intensos, es un fenómeno y la tiene clara".

    Santiago juega en Nacional desde 2017. Ya en su quinta temporada en uno de los dos clubes más importantes del país, se siente como en su casa: "Nacional me abrió las puertas y disfruto mucho estando acá. Además, tengo un lazo particular porque mi abuelo materno, José Alonso, fue presidente del club en la década de los '80. Me genera mucha alegría defender estos colores".

    Nacional se enfrentará a Quimsa y San Pablo en el Grupo B de la Basketball Champions League Americas. "Es algo muy bueno para el club, es la primera vez que va a jugar un campeonato de esta magnitud y es una alegría para todos. Estamos muy ansiosos a la espera de los partidos de la Champions ante dos de los equipos más fuertes de Argentina y Brasil. Intentaremos disfrutarlos y competir con las armas que tenemos. La mayor parte del equipo llevamos un tiempo trabajando juntos, conocemos nuestras virtudes y el estilo de juego. Hemos tenido muy buenas temporadas y estamos cada vez más cerca de lograr el título que deseamos. Nos hemos posicionado entre los mejores clubes del país, así que debemos seguir por este camino para que jugar torneos internacionales se convierta en algo habitual", dice el alero, máximo anotador de la historia de Nacional en la Liga Uruguaya.

     

    El vínculo de Moglia con Nacional se refuerza a través del fútbol. "Soy hincha desde que nací. Toda mi familia es del Bolso. Cuando mi abuelo estaba en el club, iba bastante a la cancha a ver los partidos. Ahora soy más de seguirlo por televisión", dice Santiago.

    El deporte es un herramienta de inclusión social que atraviesa diversas situaciones de la vida. En julio de 2020, Moglia participó junto con Esteban Batista y Mathias Calfani de la inauguración de una cancha de básquetbol en el complejo penitenciario "Santiago Vázquez". Compartieron un rato de juego con los presos y se llevaron un momento para recordar. "Fue una linda experiencia. Notamos cómo disfrutaban tener ese espacio en el patio para practicar deporte y despejarse de una situación muy dura que les toca vivir. Tiramos unos tiros con ellos para difundir el evento y después los dejamos que jugaran solos para que se divirtieran entre ellos", comenta Santiago.

    Ya sea en el patio de una cárcel, en Welcome o Nacional -los clubes que ama- o en el seleccionado, Santiago Moglia busca en cada partido honrar su apellido, que es ilustre en el básquetbol uruguayo.

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