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    David Jackson, silencioso y trabajador

    SAO PAULO (DIRECTV Liga de las Américas) – Ante cada acción positiva de David Dwayne Jackson, todo el Perdocão –el estadio de Franca- se une en un grito ensordecedor: “MVP, MVP”. El estadounidense

    SAO PAULO (DIRECTV Liga de las Américas) – Ante cada acción positiva de David Dwayne Jackson, todo el Perdocão –el estadio de Franca- se une en un grito ensordecedor: “MVP, MVP”. El estadounidense atraviesa un presente individual brillante que alimenta los sueños de los fanáticos del actual líder de la liga brasileña. “Ellos creen que estoy jugando para merecer ese premio. Yo no me enfoco en eso, solamente quiero que el equipo gane y sea campeón. De todos modos, me hace feliz el reconocimiento del público”, dice David. Ese alarido colectivo retumba también durante el primer cuadrangular de semifinales de la Liga de las Américas. La frustración por la inesperada eliminación del equipo local, no aplaca el cariño que los hinchas tienen por el único refuerzo extranjero del equipo que conduce Helinho.

    El escolta, que viene de ser campeón de la Liga Sudamericana, fue el máximo anotador de Franca en la presente Liga de las Américas con 17,3 puntos por partido. Haberse quedado a las puertas del Final Four no le impide a Jackson disfrutar del máximo torneo continental. “Me gusta mucho esta Liga. Te da la chance de enfrentarte a grandes equipos de diferentes países. Además, te da la posibilidad de que te vean personas de otros equipos, los que algún día pueden llegar a querer contratarte”.



    Jackson -D.J. para sus compañeros- es uno de los tantos estadounidenses que ha recorrido el continente americano para aportar su talento por distintos puntos del mapa. Ese camino fue el que se presentó tras el final de su carrera universitaria. “Jugué en la Universidad de Penn State. Mi último año no fue tan bueno como yo esperaba y había perdido un poco la pasión por jugar al básquetbol. Pero una vez que terminó la temporada volví al gimnasio y al entrenamiento. Ahí tomé la determinación de intentar jugar fuera de Estados Unidos”, cuenta el escolta.

    La opción de emigrar y comenzar su periplo por el sur del continente surgió en 2007. “Fue realmente algo muy extraño para mí. Participé de una Liga de Verano en California y alguien en Uruguay vio un video de un partido. Cuando yo estaba volviendo a mi casa desde California, me llamó mi agente para ofrecerme una oportunidad de jugar en el básquetbol uruguayo. Tenía tres días para decidir. Acepté la propuesta sin tener ningún conocimiento sobre Uruguay ni sobre Sudamérica. No había salido nunca de Estados Unidos y mi desconocimiento era total. Estaba muy nervioso y al mismo tiempo ansioso”, recuerda Jackson.

    “Fue un poco difícil porque era todo nuevo para mí. Al ser una competencia corta no tenía la posibilidad de viajar para visitar a mi familia y eso me costó porque extrañaba mucho. Mi primer hijo, David Jackson III (yo soy David Jackson Junior y mi padre es David Jackson Senior), recién había nacido, tenía apenas cuatro meses. Me perdí gran parte de su primer año de vida. Él es muy especial para mí. A medida que fue creciendo le fui explicando los sacrificios que hago para darle la mejor vida posible”, explica David.

    A Defensor Sporting lo dirigía Gerardo Jauri. El entrenador recuerda cómo fue la llegada de Jackson a Uruguay y su incorporación al equipo violeta: “Necesitábamos un escolta y consideramos que, por el presupuesto que teníamos, era una buena idea apostar por un jugador que fuera a jugar en el exterior por primera vez. Vimos unos videos y notamos que tenía buena lectura de juego y que manejaba bien algunos conceptos que a nosotros nos interesaban. Además, tenía una mano para el tiro muy importante. Recuerdo a David como un jugador introvertido, callado y profesional. Era un muy buen compañero. Enseguida encontró su rol en el equipo y así demostró la calidad de jugador que iba a desarrollar. Siempre fue alguien con muchos puntos en la mano pero nada egoísta”.

    Esa temporada 2007/2008 en Defensor Sporting, en la que promedió 21 puntos por partido en la Liga Uruguaya (le anotó 38 a Soriano en lo que fue su máxima marca) y 24,5 en la Liga de las Américas, les abrió los ojos a los entrenadores de varios países. De hecho, desde Uruguay viajó hacia Puerto Rico para jugar en Grises de Humacao. “El BSN es una liga completamente diferente. Si eres un refuerzo extranjero ahí, debes jugar siempre bien para que no te cambien por otro”, cuenta Jackson. Su estadía fue de apenas 11 partidos. Pero eso no fue un problema porque llegaría un llamado que le haría dar un salto de calidad. “Después de mi experiencia en Puerto Rico, Sergio Hernández se comunicó con mi agente para que jugara en Peñarol de Mar del Plata. Eso fue lo que verdaderamente catapultó mi carrera en el básquetbol de América. Sergio me permitió demostrar mi talento. Había jugado contra Peñarol en la Liga de las Américas cuando estaba en Defensor Sporting y eso permitió que él me conociera”, dice el escolta.

    Se destacó en Peñarol en su campaña de bautismo en la Liga Nacional Argentina. Del mismo modo lo hizo en las dos temporadas que vistió la camiseta de La Unión de Formosa y, años más tarde, también en Gimnasia de Comodoro Rivadavia y Quimsa de Santiago del Estero. Un paso fugaz por Guaiqueríes de Margarita, en Venezuela, fue la escala previa al desembarco en Brasil, otra tierra en la que dejaría su huella. “Vine a Brasil por primera vez para jugar en Flamengo, un equipo lleno de talento. Pensaba que ese año seríamos campeones, pero no tuvimos el nivel esperado y perdimos en el quinto partido de playoffs. Teníamos un gran equipo y fue una excelente experiencia más allá de no haber cumplido los objetivos”, cuenta Jackson.

    El gigante de Río de Janeiro fue el primero de los cuatro equipos brasileños en los que jugó David Jackson. Limeira, Vasco Da Gama y ahora Franca completan ese cuarteto. “Brasil es definitivamente mi segunda casa. En todos los lugares donde jugué fui bien recibido por la gente del club, por el público y por mis compañeros. Solamente tengo que entrenarme y jugar. Soy muy profesional y trabajo para mantener mi mejor forma física, mejorar mi juego y pensar en cómo ayudar a mi equipo. Siempre me he integrado a mis compañeros y soy uno más de ellos. No me ven como a un extranjero. Soy un jugador de equipo, eso es lo que mejor he aprendido a hacer en mi carrera profesional”, explica el tirador.

    El diálogo con Jackson transcurre en su inglés nativo. Sin embargo, se permite mechar algunas palabras en portugués y hasta se anima a unas pinceladas de español. “En todos lados traté de hablar el idioma del país en el que jugué y eso hago ahora con mis compañeros. En su momento, cuando estuve en Argentina, hablaba en español, aunque ahora lo he perdido un poco”, dice D.J.

    De Jackson llama la atención su juego y su capacidad anotadora. Pero no solo eso. En los últimos partidos también sobresalieron sus zapatillas multicolores. “En febrero tuve la oportunidad de viajar a casa y mi hijo, que empezó a practicar básquetbol, tenía un par de estas zapatillas. Él quería que yo me comprara unas iguales para que usáramos las mismas. Le prometí que jugaría con ellas. Y acá están”, cuenta David entre risas.

    A los 36 años, Jackson todavía no ve que el final de su carrera esté cerca: “Me quedan muchos años por delante. Ni pienso en eso porque creo que puedo seguir jugando y no quiero parar. Me siento genial y me cuido como para estar siempre sano”.

    Un equipo en Uruguay, cuatro en Argentina, dos en Puerto Rico, uno en Venezuela y cuatro en Brasil hacen de David Jackson un jugador distinguido en toda América Latina. Sin embargo, no es popular en su país. “En el básquetbol de Estados Unidos no me registran. No uso redes sociales y no soy el tipo de jugador que anda mostrando cada cosa que hace. Los que no me conocen personalmente, dudo que sepan que soy un jugador reconocido internacionalmente. Llevo una vida muy discreta”. Este D.J. no necesita música a todo volumen para hacerse notar. Su melodía estelar se compone de dos sonidos principales: el pique de la pelota en el piso y el agite de las redes que provoca cada una de sus conversiones.

    FIBA
    Pablo Cormick

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